¿Es el deseo un arma contra el cistema* o su herramienta?
#BrightEyes
Mi cuerpo es un diario escrito en temblores. Un manuscrito hecho de caricias y de la ausencia de ellas, que se reescribe una y otra vez impulsado por una curiosidad radical. Trazo sus contornos como una paseante en tierras desconocidas, maravillándome ante cada curva rebelde en contra de la estéril topografía del capital. Estamos aislados de nuestra propia piel, nuestra carne hecha fábrica, nuestros placeres racionados y nuestros apetitos vigilados; nuestras vidas cuantificadas hasta el absurdo (comer: 30 minutos, coger: 5). Sin embargo, el cuerpo recuerda lo que la mente es torturada hasta olvidar: que el placer es una forma de conocimiento, que la revolución debe sentirse en carne y hueso antes de que pueda forjarse en la calle.
—¡Sí, sí, sí, sí, síii!, el sonido de esa palabra se disuelve como azúcar morena en la lengua, el sudor salado de nuestros cuerpos calma nuestra sed mientras caminamos hacia la noche. Nos conocíamos tanto y tan poco al mismo tiempo. París resuena afuera, indiferente, una máquina que convierte biografías en ganancias, pero aquí, en el tenue pulso de una habitación prestada en el distrito 10, somos anarquistas de la concupiscencia. El capital nos quiere hacer creer que el amor es un negocio, que la intimidad es un servicio, pero cuando él se arquea contra mí, cuando mis dedos se hunden en la suavidad entre sus piernas y mi mano le acaricia el cabello hacia atrás, sé que no es así. Que esto no es consumismo.
Esto es rebelión.
Y no cualquier subversión, es una “táctica barroca de supervivencia”, como bien me enseñó Bolívar Echeverría. Éramos fugitivos en ese momento; recuperando lo robado, no mediante peticiones, sino mediante la presión de nuestras uñas en la piel del otro, mediante cariños susurrados en árabe, mediante la zona de autonomía temporal que creamos entre sábanas mojadas.
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Un mensaje salta en mi teléfono. —Esto es Valencia hoy, está inundada. ¿Estás segura de que quieres ir ahí ahora? Si quieres volver a París y quedarte conmigo… Aquí tienes mi número por si acaso: +33 6 00 00 00 00.
Lo conocí cerca de Notre Dame en un bar en el barrio latino donde el aire olía a ron y a sudor. Estaba sujetando la puerta del baño neutro para mi amiga cuando él entró. Su sonrisa era magnética, su mirada cálida y su piel reluciente, así que le devolví la sonrisa antes de que mi mente pudiera verbalizar nada. Nuestras miradas se cruzaron con la eléctrica sensación de encontrar una nota a pie de página en un libro que creía haber escrito sola. La forma en que sus manos egipcias se aferraban a mis caderas mexicanas mientras bailábamos bachata en Francia, era un “chinga tu madre” a las fronteras.
—Estás llevando demasiado. Bromea.
—Te estás resistiendo. Repliqué. Ninguno de los dos estaba equivocado.
Mi amiga y yo nos habíamos conocido bailando salsa en Ciudad de México, y ahora estábamos reviviendo esas noches en su ciudad. Puede que sea francesa, pero baila salsa mejor que yo, y mi encanto de “mezcla exótica de bicha rara con un toque de lindura” estaba trabajando horas extras. Ya estaba besando a un hermoso chico de Mali cuando Bright Eyes nos interrumpió para pedirme mi Insta. —Voy a otra fiesta, dijo. —¿Quieres venir? Me quedé con mi amiga, pero al día siguiente, seguimos hablando durante las cinco horas de mi viaje en tren a Hendaye.
—¿Eres 100% mexicain? Miraré los precios de autobús a Barcelona, quizá podamos vernos allá.
Su acento es como miel especiada, árabe mezclado con francés e inglés roto, delicioso. —¡Egipto era mi obsesión de niña!, dije. Me encanta todo de allí, la mitología… Acabo de estar en el Museo Egipcio de Turín, fue un doloroso recordatorio de lo que el colonialismo nos sigue haciendo. Sus ojos se oscurecieron al reconocer el significado de mis palabras. No sólo le parecían sexy, sino que las vivía. Manifestaciones pro-Palestina: activismo en el exilio.
—Nos llaman inmigrantes hasta que nos rebelamos. Entonces, somos terroristas.
Un guión similar, desiertos diferentes: ríos envenenados por litio en uno, artefactos robados tras un cristal de museo en el otro, por decir lo menos. Compartimos el lenguaje de “los condenados de la tierra”. Capitalismo, colonialismo, vocabulario de ira y dolor generacional, rematado por una esperanza radical, y a veces demasiado terca. Un idioma que no puedo compartir con mi esposo italiano ni con mi novio estadounidense, aunque coincidamos en la mayoría de los temas. Este no se puede traducir a “blanquitud”. Fanon murmura entre nosotros: Para los colonizados, la vida sólo puede materializarse del cadáver putrefacto del colonizador.
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La pantalla de su teléfono brilla entre nuestros cuerpos desnudos: “Hoy bombardearon la última librería”. Le muerdo el hombro, no con pasión, sino con rabia, y él gime como si fuera lo mismo. Lo es. El sistema nos quiere muertos o dóciles, en cambio somos silvestres, cimarrones*, nos damos un festín salvaje. No hay nada más aterrador para “ellos”, que dos cuerpos oscuros conspirando en la penumbra, tejiendo un futuro a partir de susurros y sudor.
Hicimos el amor de nuevo, más despacio esta vez, como si nuestros cuerpos pudieran forjar un puente entre el Sena y el Jordán, “from the river to the sea…”. Se siente extraño cuando profunda alegría y profunda tristeza llegan simultáneamente, una especie de alquimia esquizofrénica que sólo se puede crear en estos tiempos de mierda. Cuando el mundo queda reducido a escombros, los orgasmos pueden convertirse en un manifiesto: sigo aquí. Elijo la vida, la ternura, la vulnerabilidad, aunque me corte el aliento.
Quizás desaparezcamos de nuestras vidas. Quizás construyamos algo. Sea como sea, nos dejamos marcas el uno en el otro. Esta no es una historia de amor, es la prueba de que cuando el sistema intenta triturarnos en piezas solitarias y sumisas, a veces dos fragmentos chocan y encienden el fuego. Y el fuego se propaga.
Soundtrack
Ma Chérie – Naïka
Egyptian Lover – Felukah
Corazón culpable – Anthony Santos
Un beso – Aventura
Water – Tyla
+ La vie – Ichon
Apocalypse – Cigarettes After Sex
Yo no sé mañana – Luis Enrique
Can’t buy me love – The Beatles
Palabras adicionales
* Cistema, una estructura social que privilegia a las personas que se identifican con su género asignado (cisgénero) y margina a las personas transgénero.
* Cimarrones, se refiere a las personas esclavizadas que huían para formar comunidades libres.